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Además de elegir en qué campos buscar, hay una diferencia fundamental entre la búsqueda simple y la avanzada, que puede dar resultados completamente distintos: la búsqueda simple busca la expresión literal que se haya puesto en el cuadro, mientras que la búsqueda avanzada descompone la expresión y busca cada una de las palabras (de más de tres letras) que contenga. Por supuesto, esto retorna muchos más resultados que en la primera forma. Por ejemplo, si se busca en la misma base de datos la expresión "Iglesia católica" con el buscador simple, encontrará muchos menos resultados que si se lo busca en el avanzado, porque este último dirá todos los registros donde está la palabra Iglesia, más todos los registros donde está la palabra católica, juntos o separados.

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Acerca de la devocion a la Medalla Milagrosa y a las apariciones de la Virgen a santa Catalina Labouré.

pregunta realizada por Nestor
20 de noviembre de 2012

Transcribo para comenzar la pregunta completa, porque es a partir de la pregunta misma desde donde haré los comentarios:

«Ahora que se aproxima la fiesta de la Medalla Milagrosa me gustaría saber si tienen más información si esta es una aparición de la Virgen totalmente aprobada por la iglesia. Un sacerdote me dijo que era una "devoción privada" y no una aparición como Lourdes, Fátima, etc. También leí en algunos relatos sobre la Medalla lo siguiente "por esto supieron que Catalina no mentía" Es que en algún momento fue considerada alguna mentira o invento o alucinación?»

La pregunta tiene claramente tres aspectos:

-Si la aparición está totalmente aprobada por la Iglesia.

-Si es una "devoción privada, no como Lourdes o Fátima"

-Si en principio se dudó de santa Catalina Labouré.

 

Dudo, luego, pienso

Comenzaré por la tercera: una cosa debe tenerse bien presente, la Iglesia no es proclive a aceptar revelaciones privadas, apariciones, mensajes sobrenaturales, etc. La misión de la Iglesia es custodiar y difundir el depósito de la fe, contenido en la revelación, es decir, en la Biblia y en la tradición apostólica. En principio ese depósito de la fe no puede "crecer", por tanto ninguna aparición sobrenatural, revelación, etc. le hace falta para dotarlo de contenido.

Esta es la razón por la que se miran con muchísima prudencia estos fenómenos, incluso aunque sean masivos u obtengan la provisoria (y siempre cambiante) aprobación del "gran público".

Los fenómenos sobrenaturales están tan en el límite de lo que puede ser utilizado fraudulentamente -lo que a la larga dificulta la misión de la Iglesia-, que la mejor opción es proceder ante ellos con "método científico", es decir: primero dudar y negar, luego, si la fuerza de los hechos se impone, aceptarlos.

Dios mismo procede así con nosotros, no imponiendo nunca un hecho como sobrenatural, sino sólo como "inexplicable".

Así que en principio se dudó no sólo de santa Catalina Labouré, sino también de Fátima, Lourdes, Guadalupe, y de todos los demás fenómenos extraordinarios, porque eso es el método propio al tratar de establecer la veracidad de los hechos. Si los creyentes particulares adoptáramos el mismo método, habría menos fraudes y menos descrédito posterior de la fe verdadera.

Devoción privada

Luego viene la cuestión de la aprobación: la Iglesia sigue muy de cerca estas manifestaciones, para discernir qué puede haber de cierto, de falso, y de promovible. Suponiendo que el Ordinario del lugar (habitualmente el Obispo) entienda que no se trata de un fraude, al menos conscientemente, y que hay elementos devocionales válidos, autoriza el culto particular, en principio acotado a un lugar, una circunstancia, una fecha. Sobre la base de los frutos espirituales de ese culto, la devoción puede extenderse, y tomar cartas Roma, a través de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que examinará la devoción existente, las (supuestas) revelaciones, los frutos de santidad, etc. y podrá extender la autorización de culto a regiones más amplias, o al conjunto de la Iglesia.

Pero a todo esto debe tenerse presente que se trata siempre de un "nada obsta", de una declaración de que visto lo visto, no hay nada contrario a la fe, y de que los fenómenos parecen tener origen sobrenatural, o no admitir otra explicación conocida. Pero la realidad es que la Iglesia jamás declara que un fenómeno, una aparición o un mensaje son sin duda alguna, de origen sobrenatural. 

Notemos la redacción del Martirologio en la fecha de Fátima:

«Nuestra Señora la Bienaventurada Virgen María de Fátima, en Portugal. En la localidad de Aljustrel, la contemplación de la que, en el orden de la gracia, es nuestra Madre clementísima, suscita en muchos fieles, no obstante las adversidades, la oración por los pecadores y la profunda conversión de los corazones.»

Quiero destacar que la redacción de este texto es oficial, la reproducimos en el santoral de ETF, pero es un texto oficial, no es redacción de este sitio. Ahora bien, si no supiéramos que en Fátima ocurrieron apariciones, ¿lo deduciríamos de este texto? No habla desde el punto de vista de los hechos (apariciones), sino desde el punto de vista de la actitud religiosa de los fieles (contemplación).

En el caso de Lourdes el texto es un poco menos comedido y habla de que "la Santísima Virgen se apareció en repetidas ocasiones a la humilde joven santa María Bernarda Soubirous en los montes Pirineos", sin embargo el centro de la frase no está allí sino que todo se dirige a que "desde entonces, aquel lugar es frecuentado por muchos cristianos, que acuden devotamente a rezar".

Con esto establecemos algo fundamental: ninguna devoción a hechos sobrenaturales particulares rebasa la categoría de "devoción particular". Es el fiel el que decide creer o no creer en tal o tal hecho que se presenta como sobrenatural. Lo que le dice la Iglesia es que, habiéndolo examinado todo, no encuentra motivos para desconfiar, pero nunca jamás la Iglesia admite como obligatoria para la fe la afirmación de la sobrenaturalidad de una aparición, un mensaje, etc. Incluso en los casos de Lourdes, Fátima o Guadalupe, quizás los tres más universalmente admitidos. hablando en sencillo: si un fiel dice "yo soy católico pero no creo en Fátima, Guadalupe y Lourdes", está en todo su derecho, nada le obliga a ello.

Cuando pasamos de allí a objetos cuyo origen puede tener relación con hechos sobrenaturales, como la santa sábana, la tilma del indio Diego, la medalla de san Benito, la medalla milagrosa, el escapulario de la Virgen del Carmen, e incluso las imágenes religiosas en general, etc. la cosa es todavía mucho más complicada, y exige más prudencia, porque dada la naturaleza del ser humano (que en ciertos aspectos no ha cambiado desde Adán), de la devoción a Dios a través del objeto se pasa con mucha facilidad y sin que haya muchas veces un límite claro, a la creencia mágica en la virtud del objeto como tal, y no en la virtud del Dios que obra teniendo como trampolín el objeto que lo evoca.

Por eso no se verá que la Iglesia apruebe oficialmente objetos como portadores de gracia divina. Eso no quiere decir que no los acepte: tenemos bendiciones de estampas y cruces, imágenes devocionales en los templos, se erigen templos a la Medalla Milagrosa, en nuestros templos se ven y bendicen escapularios del Carmen, se estudia la sábana santa con ciencia y devoción; pero todo eso hace a la práctica devocional... siempre privada. Nada de todo esto es obligatorio para nadie, ni recibe nunca oficial y definitivamente un "placet" de la Iglesia.

Aprobación oficial

Y ahora vayamos a la primera parte: ¿Están las apariciones a santa Catalina Labouré totalmente aprobadas por la Iglesia?

En el sentido antedicho, sí. No hay una memoria litúrgica con carácter universal de la Medalla Milagrosa, como sí las hay de las devociones de Lourdes, Fátima o Guadalupe, porque se trata de un objeto, y los objetos son promovidos, como ya dije, con mucha más prudencia que las apariciones. Es decir, los seguidores de esta devoción han puesto más en el centro la medalla que las apariciones, por lo que es comprensible que el 27 de noviembre no sea memoria litúrgica universal. Sin embargo las apariciones como tal y la devocion a la medalla milagrosa son plenamente aceptadas por la Iglesia como manifestaciones particulares de la devoción a la Virgen, al igual que Lordes o Fátima.

No existe ningún grado mayor de aprobación. A veces los fieles se enfadan porque sienten como una especie de desprecio hacia la Virgen que la Iglesia no incorpore oficialmente las devociones privadas a la fe; pero el depósito de la fe, que es la tarea propia de la Iglesia, no ganaría nada con ello, y al contrario, quedaría expuesto a fraudes y engaños, como los tantos que ha habido a lo largo de la historia con esta cuestión tan difícil de discernir de lo sobrenatural y lo alucinatorio.

El que a través de una devoción privada sienta más próxima la presencia del Dios que nos salva, que siga las devociones, hace bien, es algo bueno, y el que no desee creer en ellas, no está obligado, con tal que busque la presencia de Dios y se acoja a él, porque esto es lo bueno y todo el objeto de la fe.

Como material complementario puede ser útil leer la nota de 1978 de la Congregación para la Doctrina de la Fe con las «Normas sobre el modo de proceder en el discernimiento de presuntas apariciones y revelaciones»

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